Higaonna nació en Naha, Okinawa, en el año l845. Todavía hoy en día, se le recuerda y respeta por haber enseñado a Miyagi Chogun, el padre del moderno Goyu-Ryu, sin embargo, pocos karatekas conocen actualmente la grandeza que tuvo Higaonna como artista marcial.

          Kanryo Higaonna apareció en el mundo del karate como un deslumbrante cometa y dejó un legado del que todavía se alimentan los practicantes de la escuela Goyu. Para evitar confusiones, vamos a recordar que hubo dos personajes con el mismo nombre “Higaonna” que fueron contemporáneos: Higaonna del “este” e Higaonna del “oeste”.

          Kanryu, conocido como Higaonna del oeste, era fuerte, alto y muy robusto para los estándares okinawenses de aquellos tiempos, mientras que Higaonna del este era pequeño, delgado y fuerte, es decir, más acorde con el aspecto normal de la gente del archipiélago. Ambos eran excelentes artistas marciales a los que la gente llamaba afectuosamente tan-me, que era una forma afectuosa que denotaba que eran muy queridos por todos y, debido a la necesidad los okinawenses de comparar unas personas con otras y apostar por cuál era la mejor, siempre salía a relucir en las conversaciones de taberna, ¿quién era el mejor?

          Nunca fue aceptado oficialmente, pero es cierto que Kanryo (Higaonna del oeste) dejó su marca para la historia, mientras que su contemporáneo apenas dejó huella. No se trató de, que, si uno era mejor que el otro, sino que uno dejó escuela y el otro no.

          La leyenda de Kanryo, comenzó cuando siendo joven trabajaba para un rico comerciante de té. Su jefe tenía que hacer frecuentes viajes a Fukien (China) para hacer compras. En uno de los viajes, el comerciante fue mal herido por unos delincuentes chinos. Kanryu, que adoraba al comerciante, quedó muy impresionado por este percance y decidió iniciarse en las artes marciales. El percance sufrido por su jefe le hizo aprender, de una manera muy directa, el sentido de la frase:

“El primer principio de la defensa personal empieza por respetarse a uno mismo”.

Aquellos tipos, no solo no respetaron a su jefe, sino que no se respetaban tampoco a sí mismo.

          En uno de los viajes a China, el comerciante llevó a Kanryu con él. Allí lo introdujo a un mayorista local del puerto de Fukien llamado Woo Lu Chin, el cual no sólo era un comerciante de éxito sino un excelente profesor de artes marciales. Tomó bajo su responsabilidad la decisión de dejar en China a Kanryu, comunicándolo después a sus padres los cuales posteriormente estuvieron de acuerdo.

          Kayryo, permaneció mucho tiempo en china. Aprendió no solamente artes marciales sino también el idioma chino lo cual en aquellos tiempos era muy apreciado. Al principio, como en cualquier aprendizaje, tuvo muchos problemas con el idioma y con la forma de enseñar artes marciales en la inmensa China. Él había asistido en Okinawa al tipo de forma de enseñar del maestro Sakugawa y de su discípulo Matsumura, pero la forma china era muy diferente: La forma okinawense era muy dura y rígida, mientras que la china era más blanda y elástica. Al mismo tiempo que su lengua se iba acostumbrando a la fonética china, la observación de las clases del maestro Woo se hicieron más familiares. Siempre asistía con antelación a su hora de entrenamiento para mirar las evoluciones de los otros alumnos.

          Un día el maestro chino que veía el gran interés que mostraba el joven Kayryo, le invitó entrar en las clases de los mayores. Con gran respeto le dijo el maestro:

“Vosotros no tenéis este arte en Okinawa. ¿Por qué no aprendes nuestras formas y las llevas después a Okinawa?”

Kanryo, estaba abrumado por tanta amabilidad. Inició el programa de alumnos avanzados con tal ánimo que el Sr. Woo dijo de él que nunca había visto tanta dedicación antes en ningún otro alumno.  Pronto, pasaron dos años que transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, pues fue tal la dedicación y la atención que el joven puso en el aprendizaje que el tiempo se paró en su mente; estaba siempre totalmente concentrado en el aprendizaje. 

          A su regreso a China, el comerciante okinawense encontró a Kanryu muy cambiado. Estaba mucho más fuerte y parecía tener más personalidad. Le dijo al maestro Woo, que tendría que dejar el aprendizaje y que volverían los dos juntos al archipiélago Ryu Kyu (una de cuyas islas es Okinawa), pues sus padres estaban ansiosos por verle de vuelta. El joven se mostró muy triste. Entonces, el Sr. Woo, le dijo al mercader japonés:

 “Kanryo, está ahora aprendiendo el corazón mi arte y pronto será un gran experto, el mejor. Sí regresa ahora, será una vergüenza para mí porque todavía no ha completado todo el aprendizaje. La gente dirá que Mr. Woo, no es un buen maestro.”

          El comerciante, se dio cuenta de la importancia del momento, se volvió a Kanryu y le preguntó solemnemente: “¿Qué piensas tú? La decisión es tuya.”

          Mr. Woo, se anticipó y añadió:

 “Déjele permanecer durante tres o cinco años más. Yo le puliré hasta que me sienta satisfecho de los resultados y en el futuro, cuando vuelva a Okinawa, será uno de los maestros más grandes del país.” Entonces miró muy profundamente a los ojos de Kanryu, y concluyó: “Tuya es la decisión.”

          “Me quedaré,” fue todo lo que dijo Kanryo.

          Después, regreso el comerciante a Okinawa y Kanryo, permaneció, no tres, ni cinco años, sino trece años, aunque hay noticias de que permaneció en China hasta la edad de cincuenta y cinco años. De lo que no cabe duda, es que, introdujo un estilo completamente nuevo en el archipiélago de las islas Ryu-Kyu cuyas antiguas raíces chinas eran evidentes. El nuevo estilo, tenía la dureza de los movimientos realizados en las técnicas cortas y poderosas del karate de las islas Ryu-kyu y al mismo tiempo, la suavidad de las técnicas chinas. Era una mezcla perfecta entre, “lo duro y lo blando”, por lo que se le dio el nombre de “Goju”. Más tarde se denominó, “Goju-Ryu, es decir: la escuela de lo duro y lo blando.  

          En China, los maestros de artes marciales tenían por costumbre poner a prueba a sus alumnos en situaciones reales, por eso, el Sr. Woo le propuso a Kanryu una experiencia que sólo un viaje puede proporcionar.

          Era el mes de abril, cuando los almendros explotan de color y la energía se siente por todos los rincones. Woo e Higaonna, comenzaron un recorrido a pie por la China del este.

          “Hasta ahora no te he permitido viajar al interior de China porque tu educación no estaba todavía acabada. Ahora ya estás bien entrenado y creo que ha llegado el momento de que visitemos el país,” propuso el maestro.

          Comenzaron el viaje que en aquella época no era nada fácil: caminos polvorientos, diligencias tiradas por mulas, palanquines, carretas, en fin, todo tipo de formas incómodas de transporte. Naturalmente, está forma de viajar era muy expuesta, pues no había ningún sistema policial organizado y el viajero dependía exclusivamente de sus propios medios para su defensa. Los asaltos a los viajeros eran muy frecuentes.

          Kanryo, quedó muy impresionado de las dimensiones tan vastas del país, sobre todo porque él era un joven procedente de una pequeña isla en donde todo estaba a tiro de piedra. Durante todo el largo viaje, no pasó nada, pero acabando éste, en las cercanías de la costa, saliendo de una cadena montañosa, tuvieron el primer y único percance de todo el viaje.

          Sucedió que:

Un enorme hombre con aspecto desaliñado, les dio el alto en un angosto camino. Detrás de él, estaban cinco o seis más sentados indolentemente. Parece ser que él, por tener el aspecto más fiero y más grande de todo el grupo era el encargado de intimidar a los indefensos caminantes para que pagaran una “tasa de peaje” por pasar por aquel camino.  Naturalmente, esto no era legal.

          “¿Qué pasa si no pagamos el peaje? ¿Qué harás entonces?” Preguntó el profesor al grandullón.

          Éste, sonrió con malicia y dijo apuntando a las ropas de los dos caminantes:

          “Dame el dinero o me quedo con vuestras ropas. ¡Os doy un minuto para que toméis una decisión!”

          “Tengo una sugerencia,” dijo el Sr. Woo, “sí puedes vencer en una pelea a este joven, entonces tendrás las ropas y el dinero.”

          El bandido se rió a carcajadas. “¿Por qué quieres que le de una paliza a tu amigo? Pero si eso es lo que quieres, de acuerdo.”

          El maestro se volvió a Kanryu y le dijo:

 “Está es tu primera oportunidad para demostrar si has aprendido bien mis enseñanzas. Como tu bien sabes, en mi aprendizaje sólo hay katas y entrenamiento contra enemigos imaginarios. Ahora llega la hora de la verdad, veamos lo que puedes hacer.”

          Kanryu, lucho con el bandido durante más de 15 minutos y fue después de ese tiempo cuando se soluciono todo:

El hombre en un salto lanzó un mae tobi geri (patada en salto). En el momento de aterrizar, Kanryu le aplicó un fuerte mawashi geri (patada circular) contra el interior de la pierna de apoyo, lo cual hizo que el gigantón perdiera el equilibrio, momento que Kanryu aprovecho para hacerle un ataque de ippon ken (ataque con la punta del dedo) al ojo. El bravucón sintió un fuerte dolor, dio la espalda y salió corriendo torpemente mientras se cubría el ojo dañado del que salía sangre. Los otros que estaban desconcertados, salieron corriendo detrás de él perdiéndose entre las curvas de la carretera montañosa.

          El Sr. Woo, se aproximo tranquilamente y le dijo:

          “Te he enseñado todo cuanto se. Cuando regreses a Okinawa, nunca hagas daño a nadie. Usa tu arte solamente para la defensa personal. Sólo me queda una última lección que darte: has necesitado 15 minutos de lucha para descubrir el punto más débil del bandido. Esto es demasiado tiempo. Has hecho un combate de entrenamiento como si estuvieras en el dojo (sala de entrenamiento). En situación de combate real contra un adversario que puede matarte, el combate no puede durar más de unos instantes. La primera acción, que siempre tiene que ser defensiva, tiene que ser la última y definitiva. Pon toda tu atención al punto más débil del atacante y aplica ahí la técnica justa, eso es el arte de la defensa personal auténtica.”

Finalmente, Kanryu regresó a Okinawa y continuó practicando esta forma de lucha de origen chino durante toda su vida. Dejó una gran escuela que todavía sigue en crecimiento en nuestros días: la escuela Goju Ryu. Higaonna, fue capaz de mezclar y adaptar perfectamente la forma tradicional antigua y dura okinawense, con la blanda y elástica china, por eso denominó a su nuevo estilo goju Ryu, que quiere decir: “el arte okinawense de lo duro y lo blando”. Los movimientos tan peculiares que se pueden ver en las acciones de manos y dedos de este estilo, muestran la evidente influencia de las artes chinas. 

          Mientras permaneció en China, los amigos de Kanryu, se preguntaban por el nuevo arte marcial que estaba aprendiendo en el continente, lo cual provocó una gran incertidumbre en la mentalidad de los isleños.  Cuando regresó, todos querían saber acerca de ese misterioso arte chino. Abrió un Dojo (gimnasio) en un lugar que estaba al frente de las instalaciones del periódico Okinawa Shimbun-Sha en Tondo-Naha-shi. La gente que pasaba por la céntrica calle, oía los ruidos extraños que se producían durante los entrenamientos. No estaban acostumbrados a escuchar las respiraciones lentas, profundas y sonoras, que salían del dojo. Eran sonidos como los que emite el rugido de un león (ibuki). Debió ser una experiencia realmente impresionante para los lugareños. Efectivamente, el sonido que se emite cuando se realiza una espiración con el diafragma, tiene una sonoridad que una persona normal no oirá en toda su vida. Es un sonido, que, al escucharlo, produce una paralización mental en la persona que lo escuche, esto tiene dos efectos: en ejecutante, se produce una enorme sensación de seguridad y poder, y en el receptor, un instante de bloqueo físico y psíquico. Este instante es el que puede ser utilizado por la persona agredida para realizar cualquier técnica de evasión –lo blando, o una técnica defensiva –lo duro. En ambos casos, utilizando esta técnica respiratoria siempre se tiene una gran ventaja sobre el atacante.

          Poco a poco, un grupo de sólidos estudiantes emergieron con fuerza, entre ellos Miyagi y Kyoda. La posición sanchin dachi (puntas de los pies hacia delante en triangulo), era practicada incesantemente para hacer una sólida base desde las que entrenar las técnicas de brazos y piernas. Los movimientos se ejecutaban miles de veces. De vez en cuando el maestro permitía hacer un juego; se ataba un obi (cinturón) al cuello y dejaba que los alumnos tiraran por los lados con la intención de desplazarle lateralmente. Imposible, decían que en esa posición el sensei era como un roble y sus pies, raíces.

          Kanryu, también bromeaba con los alumnos diciéndoles que le golpearan en el abdomen con toda la fuerza que pudieran. Lo único que conseguían era doblarse la muñeca. En aquellos años se celebraban festivales donde las artes marciales eran la gran atracción de la gente campesina. A Kanryu se le podía ver subido a una barandilla con cuerdas atadas a sus tobillos. La gente intentaba tirarle jalando de las cuerdas… nadie lo consiguió jamás.

          A pesar de haber pasado tanto tiempo en China, Higaonna nunca enseñó las artes chinas como él las aprendió y tampoco utilizó los sistemas de entrenamiento originales. Hizo más bien un puzzle de técnicas y métodos que dieron como resultado un sistema totalmente original en el que la influencia china se aprecia solamente como un acento. Morio Higaonna, escribe en su libro (Karate-Do Tradicional Vol. 1): “Durante los quince años de entrenamiento en China, el maestro Kanryo Higaonna aprendió muchas formas de artes marciales chinas como; la espada recta (chien), la espada ancha (dao) y diferentes armas de lucha. En todas ellas alcanzó un alto grado de eficacia y de expresión artística. Se decía de él, que era: “arte en movimiento”. Su maestría pronto se expandió por todas las ciudades de Okinawa.

          Curiosamente, aún a pesar de haber sido un excelente practicante de las más variadas artes marciales chinas con armas y de haber hecho muchas exhibiciones, nunca las enseñó. La escuela que creó Goju Ryu o To-on Ryu no tiene ningún vestigio del uso de armas chinas. Decía que, la palabra KARATE, quiere decir, “manos vacías”, por eso, si se usan armas, ya no haces “karate -de mano vacía”, sino otra forma de arte marcial.

          Las proezas y exhibiciones de este maestro perduran todavía en nuestros días, llevadas a cabo especialmente en las exhibiciones públicas. La escuela de “lo duro y lo blando”, Goju Ryu, sigue en la actualidad muy pujante y la personalidad en la forma de hacer, identifica muy claramente esta escuela de las otras. En la actualidad, el maestro Yamashita es la máxima autoridad de este estilo en Europa y representa un punto de referencia para todo practicante de karate-do, no importando el estilo, que quiera alimentar el espíritu   del verdadero artista marcial, pues el estilo de Higaonna es uno de los más originales.

“SI GRABAS EN TU MENTE LA IMAGEN DEL BANBÚ, OIRÁS COMO LOS PENSAMIENTOS SE DOBLAN MÁS ALLÁ DE LO POSIBLE”.

                                                           Proverbio Chino.