Si hay un personaje en la historia del karate que tenga el crédito de estar en la posición de ser considerado la figura más revelante, ese es el
Meijin Funakoshi.
Nació en Shuri, Okinawa en el año 1869, y no fue plenamente reconocido como maestro de maestros hasta que cumplió los 53 años de edad.
La historia de Funakoshi empezó como la de otros muchos practicantes de artes marciales que se iniciaron por motivos médicos – su salud durante la infancia no era buena – por este motivo su padre le llevó, cuando entró en la adolescencia, con el maestro Itosu para recibir clases de karate, pues en aquellos tiempos este arte estaba considerado en Okinawa como, “lo mejor para la salud”. A pesar de la oposición del doctor Tokashiki, que se opuso a que realizara esfuerzos físicos, éste le recetó ciertas hierbas para fortalecer su precaria salud. El joven pronto floreció saludablemente y demostró ser un disciplinado y excelente estudiante. Perteneció a una familia conservadora y su padre era un convencido confucionista, lo cual implicaba una forma de vida basada en la disciplina, las costumbres tradicionales y sobre todo la obediencia total a los mayores – uno de los principios fundamentales del confucionismo es, la obediencia a los mayores y esto implica la escucha de las palabras sabias de éstos. Esta educación se proyectó posteriormente en la enseñanza del karate-do y quedó expuesta en los “Veinte principios del maestro Funakoshi”.
Tuvo profesores tan gloriosos como Asato, Arakaki y Matsumura, de los cuales aprendió, no solamente una técnica impecable, si no un espíritu muy disciplinado.
Al cabo de muy poco tiempo, ya había almacenado suficientes conocimientos como para tener la autorización de su sensei Matsumura y comenzar a impartir clases. La primera escuela la abrió en Meishojuku. Después vino la primera shotokan que se instaló en la ciudad de Mejiro (la casa donde vive el maestro Soto, pues éste era su pseudónimo). Allí se formaron excelentes profesores como: Takagi y Nakayama, autores de la Nipón Karate Kyokai. También, Yoshida (Takiudai); Obata de Keio; Noguchi de Waseda y Otsuka, el fundador del sistema de karate Wado-Ryu. Éste último maestro, acompañó siempre a Funakoshi en todos sus numerosos viajes por Japón.
Las artes marciales tuvieron en Japón una gran expansión desde los años veinte hasta los cuarenta. Simultáneamente, los ultra nacionalistas responsables del ataque de Japón a los Estados Unidos, también tuvieron un apogeo paralelo. Éstos miraban por “encima del hombro” a todo lo que no tuviera raíces puramente japonesas. Decían que el karate okinawense era pagano y salvaje.
En el año 1926, el karate-do entró en la universidad de Tokyo.
Tres años más tarde, el karate-do fue organizado formalmente como un club por tres estudiantes de Funakoshi: Matsuda Katsuichi, Himotsu Kazumi, y Nakachi K. También se crearon otros clubs de karate-do en la universidad de Keio y también en unos barracones adyacentes al palacio imperial que se llamaron, Shichi-Tokudo. Funakoshi visitaba a diario estas últimas instalaciones donde impartía sus clases acompañado siempre por Otsuka, el cual acabó por ser el mejor estudiante que tuvo en Japón.
Funakoshi, tuvo que luchar contra este tipo de problemas políticos, pero acabó por ganar la batalla: en el año 1941 consiguió que el karate-do de origen okinawense tuviera un reconocimiento oficial como una de las artes marciales japonesas tradicionales. Pero veamos un poco cómo sucedieron todos estos acontecimientos.
1.922: PRIMERA DEMOSTRACIÓN OFICIAL
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Llegó a oídos del emperador la eficacia de este arte marcial okinawense, por lo que Funakoshi fue invitado a hacer una demostración en el evento que se celebró en la ciudad de Ochanomizu entre el 30 de abril y el 30 de mayo de 1922. El acontecimiento se anunció con el rimbombante titulo: “Exhibición Atlética de todo Japón”. Él mismo escribió en sus memorias: “Como presidente de la Asociación de las Artes Marciales Okinawenses, fui requerido por la Oficina de Asuntos Educativos para aprovechar está oportunidad e introducir adecuadamente nuestro arte marcial en Japón”.
Funakoshi, tuvo la clara conciencia de que está era la gran oportunidad para introducir el karate-do en las grandes audiencias, asegurar su supervivencia y el desarrollo futuro. Mientras viajaba en el barco hacia Tokio, escribió el siguiente poema:
“En la isla sobre el mar en el sur,
Hay un exquisito arte en la tradición.
Es el karate-do.
Para mi pesar,
El arte ha decaído
Y su transmisión está en duda.
¿Quién tomará
El monumental trabajo
¿De Restauración y Resucitación?
Yo tengo que tomar este trabajo;
¿Quién lo tomaría si yo no lo hiciera?
Saludo al cielo azul.”
Otsuka, tuvo el gran honor de presentar un kata delante del mismo Emperador. Realizó su kata favorito, Naihanchi. Otro estudiante avanzado, Oshima, mostró un kata Pinan. Ambos tuvieron un gran éxito. Funakoshi realizó varios katas con su bunkai correspondiente (defensa y contraataques preestablecidos). El éxito fue rotundo. Un influyente profesor de la Universidad de Hirosaki, el Sr, Yasuki Ito, escribió: “la cara del maestro se puso roja como la sangre, su espíritu explotaba y su actuación fue tan fuerte que daba miedo”.
Después del éxito de la exhibición, el maestro Gigoro Kano, fundador del Judo, que era de familia noble y muy respetado como educador – ya era una figura reconocida en el mundo olímpico – le invitó para hacer otra demostración en el Kodokan (centro neurálgico del Judo que por entonces tenía con el Kendo un gran reconocimiento social). Realizó su kata favorito; kusanku y su alumno Gima; Naihanchi. Esto sucedió el 2 de junio de 1922. El acontecimiento fue todo un éxito.
Voy a transcribir a continuación el artículo publicado al día siguiente en el periódico Tokio Nichinichi Shinbun que marcó para siempre el sello misterioso y al mismo tiempo poderoso, que todavía envuelve en la actualidad al karate-do:
“EL ARTE MARCIAL SECRETO DEL KARATE
‘El puño chino de Okinawa. Maravillosa Técnica de Mano Vacía contra un oponente incluso armado. Estudio del Kodokan.’
‘La noche pasada (2 de junio 1922), el Sr, Gichin Funakoshi del Shobukai de Okinawa demostró un arte marcial llamado; Ruykyu Karate, en el Club Popular de la ciudad de Tabata. El karate, es un método de defensa personal que permite vencer sin armas. Un golpe con la mano desnuda puede matar a una persona rompiendo sus órganos internos sin dejar lesiones externas ni en los músculos, ni en la piel.’
‘Fue simplemente impresionante. Hay muchas teorías acerca del origen del karate. El nombre por sí mismo indica que viene de China. El Reino de Ryukyu desarrolló este sistema de lucha para resistir la invasión del poderoso clan de los Shimazu de Satsuma (Prefectura de Kagoshima) y otros, compensando así la falta de armas. No se les dio mucha atención durante el tiempo de la restauración Meiji, pero gradualmente se fue aceptando en los programas de educación física de las escuelas elementales y como entrenamiento militar.’
‘La condición física de los maestros de karate ha impresionado a los médicos. Se ha empezado a introducir en los programas de educación física de los estudiantes de grado medio escolares y en los institutos de enseñanza educativa profesional y comienza a ser muy conocido en el resto de Japón. Finalmente, ha tenido el honor de ser presentado al último Emperador Meiji. También cuando el actual Príncipe visitó Okinawa, los maestros del Shobukai tuvieron el honor de demostrar el karate en el barco de la armada real. En su visita a Tokio, el Sr. Funakoshi hará demostraciones en varios sitios, incluyendo el Kodokan después de una invitación del Sr. Kano, el día 4 de junio de 1.922.’
‘El karate, consiste fundamentalmente en muchos métodos de defensa combinados consistentes; en golpes uno detrás de otro de pie y de puño mientras se grita (kiay). El conjunto de movimientos es muy rápido y produce gran fatiga. Algunos artistas marciales han intentado retar al Sr. Funakoshi, pero abandonaron ante la imposibilidad de romper sus defensas.’
‘El Sr. Funakoshi explico: Hay dos formas mayores de karate; Shorei y Shorin y es muy delicado extraer lo mejor de cada uno. Como el karate se desarrolló como defensa, está estrictamente prohibido atacar primero.’
‘El karate ayuda a desarrollar la modestia y no requiere ningún arma, por eso es el mejor arte marcial para la sociedad moderna. También es el mejor sistema para compensar la debilidad del judo contra los métodos del boxeo extranjero.’
‘En el mundo pacífico actual, los métodos de agresión ya no son necesarios por eso el entrenamiento del karate debe orientarse hacia formas efectivas que desarrollen el cuerpo. Los sistemas de entrenamiento utilizan geta de piedra y otras herramientas hechas de madera, piedra y paja (makiwara) para ser golpeadas. Se dice que los antiguos maestros podían partir troncos de bambú y romper piedras con las manos, esto no es el fin último del karate, pero sí un buen sistema para entrenar y endurecer el cuerpo, por eso el karate es bueno para la educación física.”
Esta es la traducción literal del primer artículo periodístico en el que se menciona por primera vez la palabra karate.
Funakoshi, creía firmemente que se requería toda una vida para realizar con maestría un puñado de katas y que con dieciséis sería suficiente. Eligió este número de katas con una doble finalidad: encauzar el stress que conlleva la realización de un kata hacia metas de salud y; la defensa personal propiamente dicha. La filosofía confucioniana que había heredado de su padre se manifestaba en cada uno de sus actos y pensamientos siendo tres los pilares fundamentales sobre los que basó toda su trayectoria:
Shushin; este es un aspecto fundamental en la tradición japonesa cuyo origen se encuentra en la ‘obediencia’ que se debía al emperador de por vida.
Kokutai Hongi; un gran respeto por los rituales, creencias, tradiciones e idiosincrasia japonesa.
Nihonjinron; la sensación errónea de superioridad, de sentirse diferentes al resto del mundo e incluso de creerse más fuertes físicamente.
Funakoshi inició una filosofía pacifista, muy pujante en aquellos tiempos que, por desgracia, acabó con la guerra del Pacífico.
Para el maestro Funakoshi, el karate-do no fue nunca un deporte si no un arte. En sus escritos se puede leer:
‘kata es karate’.
ANÉCDOTAS DEL ESPIRITU DE LOS PRIMEROS TIEMPOS
KARATE CONTRA KENDO
Un día, cuando Otsuka estaba enseñando en Shichi-Tokudo, un estudiante llamado Kogura, de la universidad de Keio que tenía el grado de san-dan (tercer grado de cinturón negro) en kendo (espada japonesa) y también cinturón negro de karate, sacó su espada y se enfrentó a Otsuka. Todos los demás estudiantes se pararon estupefactos pues nunca antes se había visto algo similar. ¿Qué pasaría?
Todos pensaron que nadie podría enfrentarse a un shinken (espada desenvainada) en la mano de un experto en kendo.
Otsuka, miro con gran calma a Kogura y esperó estático. El kendoka, armo su espada en la posición de ataque tradicional (espada en alto por encima de la cabeza) y esperó unos instantes que fueron larguísimos para los atónitos espectadores. En el mismo tiempo que tarda un relámpago en explotar, Otsuka se puso en movimiento. Le barrió los pies del suelo con una técnica que nadie había visto hasta entonces ura-geri-barai, que consistía en: arrodillarse cobre una pierna, girar el cuerpo sobre su eje simultáneamente, para con la pierna extendida, barrer los pies del atacante.
Kogura, cayó al suelo desarbolado, con una presa muy dolorosa en la articulación del brazo que le obligó a soltar el arma.
Está técnica improvisada demostró a todos, la gran habilidad física de Otsuka, y que los principios filosóficos de su maestro Funakoshi en momentos de necesidad inmediata, eran más que suficientes para salir airoso.
KARATE Y PROTECCIONES
En 1927, tres alumnos del maestro Funakoshi; Miki, Bo y Hirayama, todos ellos miembros del dojo Todai, sito en las instalaciones de la Universidad Imperial de Tokio, consideraron que el uso exclusivo de las katas no era suficiente para desarrollar las posibilidades del alumno, por lo que decidieron introducir el jiyukumite (combates libres sin árbitros) e incluso inventaron unos atuendos y máscaras protectoras que copiaron de los petos utilizados en el deporte del béisbol americano. A esta forma de combate la llamaron: bogu kumite. Estos cambios llegaron a los oídos de Funakoshi, él los denominó, “experimentos”, y consideró que se estaba produciendo un gran atentado contra el concepto Kokutai Hongi del karate tradicional (el karate-do, no es deporte) y no pudiendo controlar a sus alumnos, dejó de ir a impartir clases en este dojo (lugar donde se imparte las enseñanzas del karate-do tradicional). Después de este acontecimiento, Funakoshi y su mejor alumno Otsuka nunca volvieron a pisar este dojo. Uno de sus alumnos más antiguos, Ichio Otake, que había entrenado con él desde el año 1920, fue duramente reprimido por el maestro Funakoshi habiendo quedado el siguiente testimonio:
Funakoshi: “No estoy sorprendido de que no estés satisfecho con kata o yakusoku kumite (formas o combate preestablecido). Piensas así porque no tienes autodisciplina. En el karate-do, practicado como Budo, no hay competición excepto en shinken-shobu (lucha a muerte). Te estás desviando del auténtico karate-do si utilizas bogu – las artes marciales como un combate deportivo. Si estás interesado en kempo, entonces está bien – se puede practicar kempo como bogu – pero me temo que vas a comenzar a practicar karate-do como deporte”.
En esta carta Funakoshi demuestra claramente sus orígenes confucionistas y la total aceptación que el alumno debe tener por las enseñanzas del maestro. Sin esta trasmisión, que está basada en el ejemplo de que hace gala el maestro, no solo en la sala de entrenamiento, sino con el testimonio de su propia vida, el karate-do quedaría desvirtuado y se transforma entonces en un deporte más perdiendo así los valores espirituales. Esos valores espirituales, para no confundirlos con conceptos religiosos, en la actualidad los denominamos: la conciencia del presente.
El karate-do de Funakoshi, no fue aceptado por todos los karatekas de la época con unanimidad, hubo críticas, intentos de modificaciones, e incluso, separaciones de notables practicantes que querían “más”. Uno de ellos fue, Nisaburo Miki. Éste excelente karateka, visitó en Okinawa diferentes notables maestros con la intención de encontrar el auténtico karate. En su libro Kempo Gaisetsu (1930), critica indirectamente el karate-do de Funakoshi. En la introducción dice:
“Actualmente estamos practicando en Tokio un karate del que me siento escéptico y sobre el que tengo muchas dudas. Por eso, este verano he planeado ir a Okinawa para visitar a grandes maestros y conversar cara a cara con ellos. Espero traer al Club de Karate de la Universidad Imperial de Tokio el auténtico espíritu del karate okinawense, cuya practica es muy dura y tiende más hacia el lado del arte marcial puro”.
Cuando llegó a Okinawa, Miki (1904-1951) se encontró con el famoso maestro de armas y karate, Yabiku Moden. Éste realizó delante de él los katas Bassai y Naihanchi. Moden no quedó impresionado con la demostración y dijo que lo que Miki hacía “no era karate sino baile”. Esta polémica; “el karate-do, se practica, ¿por arte, por salud, por filosofía, por disciplina, por deporte, por defensa personal…etc.? Todavía se mantiene en la actualidad. Muchos karatekas, por no decir casi todos, no han llegado a comprender el auténtico sentido que encierran las dos letras que se añaden a la palabra karate, – DO. KARATE-DO.
KARATE – DO y KATA
El –do, puede interpretarse de muchas maneras, posiblemente tantas como el número de personas que haya en el mundo, pero el – do – de Funakoshi, está relacionado con la idea de “encontrarte a ti mismo por medio de la práctica del karate como arte”. Encontrarse a si mismo, es llegar a la luz, es vivir el momento presente en total estado de alerta, es no estar mentalmente en el pasado ni en el futuro, es estar en el aquí y ahora que es el único lugar que existe. Es el zen. Por eso en el karate-do se dice:
“el karate y el zen son unidad”.
El bogu kumite, nunca fue popular entre los karatekas de la época, pero si se hicieron algunos experimentos. Incluso Masatoshi Nakayama, probó este método, presumiblemente sin preguntar a Funakoshi. Nakayama dejó escrito:
“Después de graduarme en la Universidad, siempre esperaba ver desarrollarse el karate-do como un moderno arte marcial. Una vez organicé un torneo con los participantes llevando protecciones de bogu, pero encontramos que las protecciones resultaron ser un obstáculo e incluso se produjeron más lesiones que en los combates sin protecciones. Tendré que encontrar una solución”.
Esto fue escrito justo antes de la segunda guerra mundial (entre 1938 o 1939) mientras estaba en China y bien lejos del maestro Funakoshi, el cual le hubiera censurado duramente. Cuando Funakoshi fue por primera vez a la “isla grande de Japón”, Hokaido, cuya capital era Tokio, trajo consigo 16 katas: 5 Pinan, 3 Naihanchi, Kushanku dai, Kushanku sho, Seisan, Patsai, Wanshu, Chinto, Jutte y Jion.
Mantenía a sus alumnos durante tres años, sólo con los katas Pinan y Naihanchi antes de enseñarles katas más avanzadas. Estos repetitivos entrenamientos pagaron buenos dividendos: sus estudiantes pudieron presentar el más coherente y sistematizado sistema de karate que nunca hasta entonces se había visto.
Cuando Jigoro Kano, el fundador del moderno Judo (actualmente olímpico), invitó a Funakoshi y a su amigo, Makoto Gima, a presentar una exhibición de su karate en el Kodokan (por entonces situado en Tomisaka).
Este acontecimiento provocó una gran expectación. Nunca hasta entonces, “esas artes paganas y bárbaras que practicaban los campesinos okinawenses”, se habían hermanado con un arte noble, como era considerado el judo, “un arte de caballeros”, y que estaba oficializado desde hacía tiempo en el Japón insular bajo la protección del Emperador y de los militares.
Acudieron a la exhibición, más de cien personas seleccionadas entre la clase política y la nobleza. Gim, que había estudiado de joven con el maestro Yabu Kentsu en Okinawa, realizó la kata Naihanchi shodan y Funakoshi la kata Koshokun ( Kanku dai ).
El sensei Kano, quedó altamente impresionado por la fuerza y contundencia esos movimientos realizados al aire y se mostró muy interesado en la aplicación contra un adversario real. Funakoshi mostró entonces los bunkais de estos katas (aplicación controlada contra un adversario), lo cual satisfizo ostensiblemente al gran sensei Jigoro Kano. Después de la demostración, invitó a ambos karatekas a cenar tendón (pescadocrudo y arroz) e incluso, cantó para que se sintieran como en casa.
Aún a pesar de la gran sinceridad que siempre mostró Funakoshi, no le faltaron detractores. Los críticos centraban sus ataques en la insistencia de Funakoshi en el entrenamiento, casi exclusivo, de los katas. Decían, que era una forma muy “blanda” de practicar karate y que se perdía mucho tiempo en el aprendizaje. Funakoshi en aquella época, exigía de sus alumnos; hito-kata sanen (tres años por kata). Es decir, que todo el programa contenido en el sistema de enseñanza del Maestro Funakoshi, necesitaba cuarenta y ocho años de estudio. Estos conceptos eran los que tradicionalmente habían existido siempre – recordemos los duros entrenamientos que siguieron los maestros Agena y el mismo Matsumura –, pero parece ser que el ansia proveniente de las culturas occidentales, comenzaban a hacer mella en la tradición japonesa. Las nuevas modas pedían más eficacia en menos tiempo, justo todo lo contrario a los principios de la filosofía tradicional. Funakoshi, fue un hombre humilde. Predicó y practicó una forma de vivir muy sencilla. Nunca enseñó la humildad como virtud, sino como una forma de vivir la realidad de las cosas sencillas:
Enseñaba el concepto de que hay que estar conscientes de todo lo que sucede a nuestro alrededor y ver el movimiento de la vida en todo.
Fue un hombre que supo vivir en paz consigo mismo y con los que se relacionaron con él.En el mundo de las artes marciales, el nombre de Funakoshi está asociado al de:
“Hombre de Tao (Do) y Hombre pequeño”.
HOMBRE DE TAO, HOMBRE PEQUEÑO
Una vez un estudiante preguntó al maestro Funakoshi:
“¿Cuál es la diferencia entre un hombre de Tao y un hombre pequeño?”
El sensei (maestro), contestó:
“Es simple. Cuando el hombre pequeño recibe su primer dan (grado de cinturón negro), éste casi no podrá esperar para volver corriendo a su casa y gritar a todos los vientos; ¡ya tengo el primer dan! Cuando recibe su segundo dan, entonces será capaz de subirse al tejado de su casa y gritar el éxito desde allí. Cuando recibe su tercer dan, llegará a subirse en su coche y organizará una caravana de coches tocando las bocinas como en las bodas y no podrá evitar contárselo a todo el mundo”…
El sensei continuó:
“Cuando el hombre de Tao recibe su primer dan, inclinará la cabeza en gratitud. Cuando recibe el segundo dan, inclinará la cabeza y los hombros. Cuando recibe el tercer dan, se inclinará hasta la cintura y después se marchará andando lo más cercano a la pared para no ser notado.”
Funakoshi, durante toda su vida fue un hombre de Tao. Nunca puso énfasis en las competiciones, récords o campeonatos. Toda su atención la centró en dar importancia a la perfección individual. Creía firmemente en la ética y en el respeto que todo ser humano debe tener por otro. Fue un maestro de maestros.
Funakoshi, murió en el año 1957 a la edad de 88 años, dejando una contribución enorme al mundo del karate-do.
LA CONCIENCIA DEL KARATE-DO en la MUERTE
El trabajo más difícil en la enseñanza del karate-do, es conseguir que el alumno comprenda los aspectos relacionados con la conciencia de este arte La mayoría de los estudiantes están más interesados en el resultado inmediato de la técnica de lucha que en los aspectos éticos o morales, siendo éstos, realmente, el corazón que late en el fondo de todas las artes marciales: La conciencia de las artes marciales.
Lo anteriormente descrito, persiguió durante toda su vida al maestro Funakoshi. En una ocasión le preguntaron:
“Si todos somos conscientes de la violencia inherente en la naturaleza del ser humano, ¿no estaremos produciendo asesinos? ¿No estaremos enseñando un arte mortal que enseña al hombre cómo destruir a otro?”
La contestación de Funakoshi siempre era la misma:
“Sí, todos somos conscientes de la violencia inherente en el ser humano y que el arte del karate-do enseña técnicas que por si mismas pueden matar a un hombre con la mano vacía, pero tenemos una llave que controla la puerta de la violencia: la moralidad. Ésta se cuece en el horno de la fábrica del karate-do; controla la violencia y el uso que se haga de ella. Solamente se debe abrir la puerta del uso violento del arte del karate-do, en circunstancias de absoluta necesidad cuando nuestra integridad física o nuestra propia vida estén en peligro de muerte.”
La retórica es buena, pero la cuestión en sí queda resuelta demasiado académicamente. ¿Cómo se pueden enseñar técnicas de lucha y al mismo tiempo hablar de moralidad? ¿Cómo se yuxtaponen la lucha y la conciencia? Estas preguntas, siempre han sido las claves por las que practicamos las artes marciales. ¿Dónde está la respuesta?
La respuesta está en los katas: el corazón del karate-do. Los katas están diseñados para entrenar la mente y, no solamente, como pudiera parecer por su apariencia externa, para hacer ejercicio físico o defensa personal. Los katas son un vehículo excepcional que ha sido desarrollado a lo largo de cientos de años para que el practicante pueda encontrarse a sí mismo a través de los movimientos complejos que las forman. El practicante toma conciencia de su cuerpo, de sus emociones y al final, como culminación, de su conciencia. Los katas, son una forma más de meditación por medio de las cuales puedes acceder al conocimiento profundo de ti mismo. En otras artes, como en el yoga, se denominan “asanas”, en el zen “zazen”, que no son más que diferentes formas para llegar al mismo final: el conocimiento de la conciencia humana. Esta es la verdadera respuesta a las preguntas anteriormente citadas.
Los katas, son una lucha contra uno mismo.
Kata, en el sentido tradicional, es como un ritual religioso. El arte del karate-do tiene entre sus fines fundamentales: la mejora de la movilidad física, la mejora de los conceptos éticos-morales, y también la mejora y mantenimiento de la salud. Todos estos elementos pueden ser entrenados y mejorados, pero también subyace en lo más profundo una meta espiritual a la que se puede acceder por medio de la práctica mantenida durante toda la vida:
“El practicante “juega” con sí mismo y consigue vencerse.”
Las bases de los katas están en el concepto, “Karate ni sente nashi”, que traducido literalmente dice:
“En karate-do, uno no hace el primer movimiento”.
Todas las Katas empiezan con un saludo de cortesía y una defensa; y acaban con un ataque y otro saludo de respeto. El kata, en sí mismo inspira una enseñanza para toda la vida. La vida queda así representada en un kata para el que vive en la conciencia del “karate – “do”. El verdadero karateka cuando está en el –DO, tiene como máxima aspiración, hacer un kata del momento final de la muerte. Un kata perfecto es la muerte. Ser consciente de la última respiración es el estado sublime de presencia, ya no es “satori”, es iluminación. Es la definitiva liberación del ego
“El verdadero karateka nunca ataca primero y nunca golpea con ira.”
De este último pensamiento pasamos al último y definitivo:
“El verdadero karateka, nunca ataca a nadie con ira.”
“Y, nunca se ataca a si mismo”.
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PD. En honor y memoria de Faustino.