¿Para qué valen los danes?

Una pregunta que ronda por la mente de muchos karatekas y que goza de pocas explicaciones por parte de los senseis. Parece como si nadie quisiera «mojarse» dando explicaciones, la moda actual es el relativismo y también ha llegado al mundillo del karate. Por eso, no sólo por la experiencia personal, sino por los años que uno ya tiene, me siento en la obligación de dar mí versión del asunto. Es decir, voy a dar mi testimonio, lo cual no quiere decir de mi experiencia sea válida para todo practicante, pero, por lo menos, sí será un punto de referencia.
Los ejercicios de la práctica física en la que estamos envueltos puede denominarse: karate o karate-do. No es lo mismo. El primero hace referencia al deporte y el segundo a la enseñanza – muy relacionada con el arte – «por eso decimos arte marcial». El karate, como deporte – la palabra deporte viene de «deportar» que quiere decir «ir a otro sitio fuera de ti», está relacionado con los aspectos lúdicos (diversión, ejercicio, juego, aventura, salud, etc.), mientras que karate-do tiene un acento en la idea de «arte», «camino» o «conciencia», es decir elementos que están relacionados con la idea de «buscar dentro de ti». Cuando el karate-deporte busca «sacar energía fuera de ti», el karate-do busca «sentir las emociones que se producen mientras sacas esa energía». Si ganas un campeonato, esta muy bien – has ganado deportivamente un campeonato de karate – pero si lo ganas con conciencia, no es lo mismo, es decir: has ganado un campeonato conscientemente lo cual implica un alto grado de desarrollo humano.
Referente a los danes, describo a continuación mis sensaciones que, como no podía ser de otra manera no puedo describir lo que siente otro maestro, sino sólo las experimentadas por mi mismo, son las siguientes:

1º Dan: Sensaciones poderosas de ambición y fuerza. El físico prima ante cualquier otra cualidad. Falsa humildad. Mucho deseo. Se comunica con gran satisfacción que eres cinturón negro.

2º Dan: Focalización en la técnica. Búsqueda de la perfección en las posiciones fundamentales y en la realización técnica (uno comienza a darse cuenta de los errores del 1º dan). Satisfacción por el dan conseguido. Comienza a aparecer la verdadera humildad.

3º Dan: Integración de la fuerza y la técnica. Continúa la búsqueda de la perfección técnica. La satisfacción comienza a transformarse en rutina. El karate es parte muy importante de tu vida. Comprensión de «kime».

4º Dan: La fuerza y la técnica se van transformando en potencia y equilibrio natural. Sensación de que el karate está totalmente integrado en mi vida. Comienzas a sentir hasta dónde puedes llegar y cuál es el límite, esto te vuelve humilde. La vanidad se va disipando.

5º Dan: Algo late dentro de mí que mueve el cuerpo entero. La búsqueda de la técnica pasa a un plano secundario. Inicio de la comprensión del «hara». La arrogancia de los inicios se va difuminando.

6º Dan: El cuerpo se mueve expresándose sin la intermediación de la mente. El «kime», el «hara» y el equilibrio se aúnan. Gran sensación de «sanchin». Las posiciones fundamentales y la técnica se han vuelto automáticas – ya no se piensa en ellas, se sienten. Los movimientos físicos, las katas, son un mero vehículo para observar al cuerpo, sentir las emociones y contemplar la mente. Comprendes la frase:

«El karate y el zen son unidad».

Se siente cómo el cuerpo es un medio para expresar emociones o para crear arte. No queda ni rastro de la falsa humildad, de la vanidad o de la arrogancia.

Por fin, aparece la sensación de profundo agradecimiento a todos los maestros que nos han dejado este maravilloso legado y una sincera necesidad de transmitir lo que he experimentado a lo largo de los años.

Los danes son puntos de referencia para la conciencia.