Una de las estructuras mentales básicas que provocan la existencia del ego es la identificación. La palabra «identificación» viene del latín idem, que significa «lo mismo» y facere, significa «hacer». Es decir, que identificación se refiere a «hacer lo mismo, o ser lo mismo». Cuando te identificas con algo le añades un componente de «yo» y así la cosa pasa a ser parte de mi «identidad». Este es el nivel más básico de identificación: la identificación con las cosas. La gente procura encontrarse a través de las cosas, pero nunca lo consiguen del todo porque pronto se cansan de ellas, coche, ropa, juguetes, etc., entonces se acaban perdiendo en ellas y el ego vuelve a encontrar otra cosa con la que identificarse. Ese es el destino del ego: buscar cosas para alimentarse de ellas. El ego es insaciable.

Cuando compras un producto publicitado, por algún acto mágico, al comprar el producto te vuelves un poco como el sujeto que está haciendo de actor en la publicidad. «Te identificas con él». Por eso no estás comprando el producto, sino más bien un «realzado de tu identidad». Las marcas son, básicamente, identidades colectivas a las que te incorporas pagando. Cuanto más cara sea la cosa, más te realzas, o dicho de otra manera, más te identificas con una personalidad ficticia. Lo que mantiene la sociedad de consumo es el hecho de intentar encontrarte a ti mismo a través de las cosas y esto no funciona. La satisfacción del ego dura poco, y tú sigues buscando más, comprando y consumiendo compulsivamente, es decir, alimentando tu deseo con cosas que a su vez hacen engordar a tu ego hasta la ansiedad.

Una gran parte de la vida de mucha gente está consumida por la preocupación excesiva por las cosas. Por eso, una de las enfermedades de nuestra época es la proliferación de objetos inútiles: móviles con colorines, señales de alarma variopintas, revistas del corazón, ropa rota…etc. Cuando ya no sabes llenar tu vida con tu ser, se intenta llenar con cosas.

MEDITACIÓN

Medita sobre tu relación con el mundo de las cosas, especialmente las que empiecen con la palabra «mi»: mi coche, mi ropa, mis amigos, mi mujer, mi profesión…Averigua si tu sentido de tu valía están relacionado con las cosas que posees.

¿Hay cosas que inducen a una sutil sensación de importancia o superioridad?

¿La falta de esas cosas te hacen sentir inferior a otros que si las tienen?

¿Mencionas como de pasada las cosas que tienes, o las enseñas para aumentar tu sensación de valía a los ojos de otros?

¿Te sientes resentido, irritado o algo rebajado en tu sentido del yo cuando alguien tiene más que tú?

¿Te sientes mal cuando pierdes una posesión preciada?


Estas cinco preguntas básicas te darán una indicación de la presencia de tu ego. Pero no creas que el ego es malo; solo es inconsciencia. Cuando empieces a observar el ego en ti mismo, empiezas a superarlo.

Cuando llegamos al lecho de muerte y todo se derrumba a nuestro alrededor, te das cuenta de que ninguna cosa ha tenido nunca nada que ver con quién eres. En la proximidad de la muerte, todo concepto de propiedad se revela que no tiene ninguna importancia. Pero la renuncia a las posesiones no te libera automáticamente del ego. Este intentará inmediatamente encontrar otra forma de identificación, por ejemplo: «yo soy más espiritual que otros»

¿Cómo puedes liberarte del apego por las cosas? Ni lo intentes. Es imposible. El apego por las cosas desaparece por sí mismo cuando ya no intentas encontrarte a ti mismo a través de ellas, es decir, cuando ya no te identificas con nada.

MEDITACIÓN

Soy la conciencia que es consciente de que hay apego en mí.

Este es el comienzo de la transformación de la conciencia. El ego se identifica con tener y tener, dura poco. «Todavía no tengo suficiente», para el ego significa «todavía no soy suficiente. La necesidad de más es lo que llamamos deseo. Ningún ego puede durar mucho sin la necesidad de más, por eso, desear mantiene vivo al ego mucho más que tener. El ego quiere desear, más que tener y la insatisfacción resultante se transforma en más deseo. Esta necesidad acaba siendo una adicción, por lo que la civilización moderna con su exceso de objetos, puede considerarse con una grave drogadicción por las cosas materiales. El ego por si mismo no es malo, lo que es malo es no ser consciente del ego, o lo que es lo mismo: vivir por reflejos condicionados. Esto es vivir como una máquina automática.

La inquietud, el insomnio, la angustia, la insatisfacción, son el resultado de deseos incumplidos. El deseo sin objeto específico se da con frecuencia en el ego en desarrollo de los adolescentes, muchos de los cuales están en un estado permanente de negatividad e insatisfacción.

Si no solucionas a través del desarrollo de la conciencia tu deseo, siempre estarás buscando algo más fuera de ti mismo que te promete más plenitud, cuando lo que buscas con tanto ahínco esta dentro de ti. La meditación es el camino más natural para encontrar y eso que tienes que encontrar, no es más que tu mismo: lo que está en tu meditación consciente.

Sesión de Meditación del día 1 de febrero de 2008