Cuando realizamos cualquier tipo de actividad que puede ser artística, intelectual, mecánica, de riesgo o deportiva, etc, y se logra alcanzar un alto grado de focalización, la atención puede ser tan intensa que la mente se ve inmersa en un mundo en el que la percepción de rivales, jueces, espectadores e incluso de uno mismo desaparecen. En este estado de concentración tan alto se dice que el cerebro está en ZONA o en estado de FLUJO. En estos momentos la percepción del tiempo se “para” y el espacio deja de tener dimensiones. Todo se aúna en el presente, es lo que se denomina en el zen, estar en “el aquí y ahora”. El ego se ausenta pues sin tiempo ni espacio no puede sobrevivir.

El atleta que consigue esta fase de flujo entra en (lo describió perfectamente, D. R-Steinrotter, oro olimpiadas 1994), “un estado de gracia, unos momentos de absorción beatífica centrado en el presente, como si uno formara parte de una catarata”.

Éste es un estado de CONCIENCIA que representa el grado superior de OBSERVACIÓN DE LAS EMOCIONES al servicio del rendimiento y el desarrollo personal. Se puede llegar a él por medio de la repetición mantenida durante muchos años, estimándose un número de 10.000 horas en cinco años, pero se ha demostrado científicamente que por medio del entrenamiento de la INTELIGENCIA EMOCIONAL, la eficacia puede ser similar sin necesidad de tantas horas. Estudios recientes muestran que los niños chinos que han empezado entrenamientos preolímpicos a la edad de 5 años, cuando alcanzan la edad de 12 años, ya han cubierto las 10.000 horas, con esfuerzos sobrehumanos; mientras que los niños americanos alcanzan la misma cifra a los 20 años utilizando sistemas de Inteligencia Emocional, pero con divertimento en estado de flujo, habiéndose iniciando en la misma disciplina a los 12 años.