La tensión observada es el estadio primario en el camino hacia el –DO.

Se puede identificar y comprender fácilmente el origen, la calidad, la localización de la tensión y hasta el tiempo que dura, pero lo mismo es más difícil con la relajación. Por eso, no debemos iniciar un aflojamiento buscando la relajación sino, observando la tensión. La capacidad observadora de la conciencia es el vehículo que debemos usar para “observar” la tensión. Por medio de esta práctica “descubrimos” como la tensión va desapareciendo sin esfuerzo ninguno. La observación no requiere esfuerzo y por consiguiente no crea tensión. La observación no tiene polaridad, es lineal, no tiene opuesto –observo o no observo–, pero no se puede observar un “poco o mucho”, por eso la capacidad de observar es muy útil para meditar pues no tiene dimensión y no admite juicios que son los alimentos preferidos del ego. La tensión generada durante el proceso de búsqueda de relajación se utiliza entonces como “objeto” de observación, ésta es la circunstancia que llamamos MEDITACIÓN.

La cultura moderna se cementa cada vez más en la rotundidad del cuerpo y la prepotencia del raciocinio, como consecuencia, cada vez es más difícil llegar al estado de relajación. La pandemia de los sistemas informáticos requieren un alto nivel de “inteligencia” artificial lo cual activa el ego más “racional”. Si el inmenso avance de la alta tecnología estuviera produciendo unos seres humanos cada vez más relajados y conscientes, entonces la tecnología sería “sagrada”, pero no parece ser el caso según los derroteros por los que discurre la sociedad actual en todos los campos: la educación se está relativizando, la sociedad se adocena, la cultura es trivial, los nuevos políticos se puerilizan, la ecología se degrada, etc, etc… Nuestra existencia se está convirtiendo en algo inmaduro y mental donde los avatares humanos se resuelven cada vez más y más digitalmente. Ego, mente e inteligencia virtual son, en la actualidad, sinónimos modernos de personalidad cada vez más alejada del empaque humano.

Durante la realización de las katas, el practicante tiene una maravillosa oportunidad para observar como respira el cuerpo, como se equilibra (propiocepción), qué molestias aparecen por exceso de fuerza o de tensión (nociocepción), cómo interactúan la fuerza, la velocidad, la potencia para durante un instante de TENSIÓN, sentir como explota la energía potencial: el KIME. Aquí no hay nada de virtual. Las katas nos dan una oportunidad para observar al cuerpo y sentir como la energía contenida en su interior se manifiesta durante el instante del KIME y la presencia del SANCHIN. Por el camino de las katas encontramos un momento de PRESENCIA para sentir el –DO.

Si todo lo dicho nos hace ser mejores seres humanos, nuestra propia conciencia nos dará la medida, pero de lo sí que estoy seguro, después de cincuenta años de Artes Marciales, es que:

“Cuando un karateka está en la tensión del DO y dice que va a hacer algo, eso ya está hecho.”