El primero, nos lleva al desarrollo de la concentración mental y a los estados místicos más elevados, en donde no hay ni «percepción ni no-percepción». Podríamos definirla como: «meditación concentrativa».

El segundo, la meditación budista que se conoce con el nombre de vipassana y que puede interpretarse como; «penetración en la naturaleza de las cosas». Es un compendio de normas analíticas formadas por, la atención, la toma de conciencia, la vigilancia y la observación.

El tercero, se centra en la idea de que todos los estudios y lecturas pueden ser reflexionados, es decir, cualquier tema ético o intelectual referente al budismo. Esta forma de meditación aconseja meditar sobre «los cinco impedimentos» (nivarana), de cómo estudiarlos y hacer reflexiones sobre ellos. Estos son:

1. La codicia sensual.
2. La mala voluntad, odio o cólera.
3. La torpeza y pereza.
4. La agitación y la pereza.
5. Las dudas escépticas.

Estos cinco puntos, son considerados como obstáculos a vencer para llegar a una clara comprensión o a cualquier tipo de progreso.

En el libro de Walpola Rahula, Lo que el Buda nos enseñó, se aconseja, a los que busquen a través de la meditación budista, que mediten sobre los «siete factores de iluminación»:

1. Atención (sati): estar atento a todos los actos y acciones, tanto físicos como mentales, y tener conciencia de ellos, como explicamos anteriormente con respecto al aquí y ahora.
2. Investigación y búsqueda de los diversos problemas sobre la doctrina (dama-vicaya). Este factor incluye nuestros estudios, lecturas, investigaciones, discusiones y conversaciones sobre temas religiosos, éticos y filosóficos.
3. Energía (viriya). Trabajar con determinación hasta alcanzar la meta.
4. Alegría (piti). Esta cualidades la opuesta a la actitud mental pesimista, sombría o melancólica.
5. Relajación (passadhi) física y mental.
6. Concentración (samadhi).
7. Ecuanimidad (upekkha); ser capaz de afrontar todas las vicisitudes de la vida con calma mental y sin turbación.

Llegados al punto de ponernos en marcha, encontramos, dentro de las distintas doctrinas mahayanistas, siete prácticas de meditación fundamentales, que pueden ser practicadas progresivamente, mezclando unas con otras o individualmente.


LA MEDITACION POR CONCENTRACIÓN EN LA RESPIRACIÓN.

Se considera que este ejercicio es uno de los más efectivos para llegar al samadhi. Parte de la idea básica que afirma la identidad entre mente y prana: «La respiración, que nace del prana produce constantemente pensamientos, por tanto cuando se alcanza el control de la respiración, se controla el prana y, consecuentemente, se es dueño de la mente».

Los tres métodos más frecuentes son:

1. Control de las inhalaciones y espiraciones.
2. Concentración en los distintos chackras.
3. Enlentecimiento de la frecuencia respiratoria.

Se asegura que el más efectivo y fácil de los tres es el primero, pues conociendo la técnica respiratoria -de fácil aprendizaje- y comprendiendo la base de la meditación dhyana (concentración), se puede progresar prescindiendo de la ayuda de un iniciado.

En el libro Lu Miao Fu Meng («Las seis entradas maravillosas»), el fundador de la escuela china Tien Tai, Chin I, describe con claridad las seis entradas para alcanzar la iluminación. Cada fase se correlaciona con la fase evolutiva en la que se encuentra
el practicante.

En la primera fase, hemos de concentrar la mente en cada inhalación y en cada exhalación. Con tiempo y perseverancia, los pensamientos parásitos comienzan a desaparecer y la práctica cada vez es más fácil. La respiración comienza a sentirse sutil y ligera -ahora, nos acompaña, cuando antes, luchábamos contra ella. Progresivamente se llega a una fase denominada, «No conciencia del recuento de respiraciones», en donde contar el número de respiraciones obstaculiza la práctica. Llegados a este punto es necesario dejar de lado el recuento y comenzar con la segunda etapa.

Esta segunda fase, es conocida por el nombre de «La secuencia del aliento». Aquí, la respiración se fusiona con la mente. El meditador percibe que el aire que aspira se reparte por todo el cuerpo y que la mente está en calma y serena. A este estado se le denomina «La conciencia de la secuencia del aliento».

Cuando se alcanza este nivel, se hace patente la dificultad de avanzar y para lograrlo ha de dar comienzo la tercera fase.

La tercera fase, se denomina, «La práctica de la suspensión». En esta práctica, hay que olvidar la respiración y concentrarse en el punto existente entre las cejas, en la parte superior de la nariz. Esta práctica lleva a la sensación de desvanecimiento del cuerpo y de la mente. Llegados a este momento y siendo conscientes de esas sensaciones de «ausencia» de mente y cuerpo, se inicia la cuarta fase.

La cuarta fase, recibe el nombre de, «La practica de la observación». En ella se ha de observar con detenimiento la respiración y los contenidos del cuerpo físico (primero, los huesos, los músculos y las articulaciones, después, los órganos internos). Entraremos entonces, en la toma de conciencia de su transitoriedad, ya que no poseen una naturaleza propia – «hay vida en ellos, pero ellos no son vida». Persistiendo en esta fase, el «ojo» de la mente del practicante se irá abriendo progresivamente y, de esta forma, podrá ver, subjetivamente, las más ocultas funciones del organismo.

Lo que sucede en la realidad del cuerpo es; «la toma de conciencia del cuerpo». La ciencia lo denomina como; «neuro-propiocepciones y somato-propiocepciones». También se ha denominado a este estado; «toma de conciencia del esquema corporal». Nos damos cuenta, por primera vez de la presencia de la mente y del cuerpo, es decir, del soma y de la psiquis, y comenzamos a percibir que todo ello no es más que la ilusión creada por el yo -el ego que ha creado nuestra mente a través de los pensamientos. Los pensamientos solo nos da una idea subjetiva de las cosas y del propio cuerpo.

La quinta, se denomina, «Práctica de retorno» y su finalidad es devolver a la mente a su estado «original». En esta fase, se reflexiona sobre la naturaleza de las prácticas de meditación hasta ese momento usadas. Es como hacer una recapitulación de todas las anteriores y «sentir» cuál es la más conveniente para uno mismo.

La sexta y última, se denomina, «La práctica de la pureza» que tiene por finalidad la «limpieza de la sutil mácula de la acción».

«La práctica de la pureza», está relacionada con la Cuarta Noble Verdad de Buda, donde están contenidas las normas que constituyen el método para llegar al final del sufrimiento. Estas son:


1. Doctrina recta.
2. Propósito recto.
3. Palabra recta.
4. Conducta recta.
5. Pureza recta.
6. Pensamiento recto.
7. Recogimiento completo.
8. Éxtasis completo.

Las cuatro primeras, están dedicadas a los seglares y las cuatro últimas a la vida monacal.

Por fin, se contempla la sabiduría que se ha adquirido después del trabajo meditativo.

MEDITACION POR CONCENTRACION EN UN PUNTO

Para iniciarse en este tipo de meditación, es conveniente un cierto dominio de las técnicas de meditación basadas en la respiración.

Al principio ha de concentrase la atención de la mente sobre un objeto a ser posible que pertenezca al mundo de la naturaleza. Elegido el objeto, la mente se concentra en la observación de él sin otra pretensión que «observar». Es muy importante, no juzgar la naturaleza, calidad o utilidad del objeto elegido, solo debemos concentrarnos en él sin otro objetivo que la mera observación.

Cuando a través de la práctica se alcanza un nivel en el que la concentración se realiza sin esfuerzo, podemos pasar a la concentración sobre cualquier parte de nuestro cuerpo.

Es bien notorio que según sea el lugar elegido sobre el que fijemos nuestra atención, desarrollaremos unas potencias psíquicas determinadas.

La concentración en el ombligo, desarrolla sentimientos de beatitud. Si el punto elegido es la zona comprendida entre las cejas, se producirán experiencias relacionadas con una «luz». Concentrando la atención sobre el corazón, dicen los iniciados en este tipo de meditación concentrativa, que «las fuerzas antagónicas del cuerpo se unifican y nos llevan al vacío iluminado».

Los practicantes el yoga, conocen perfectamente los seis chackras que son los lugares sobre los que al aplicar la concentración se producen respuestas físicas y psíquicas de gran intensidad. El profesor de yoga puede indicar donde se encuentran esos puntos, pero no debe describir las sensaciones que aparecerán en el cuerpo o en la mente del practicante, pues en ese caso, la inducción externa, hace que el verdadero poder de la concentración se pierda y el alumno se limite a imaginar o a copiar lo que le hayan dicho. «Una emoción es relejo físico de un pensamiento» y este debe ser siempre único y personal, de otra manera solo sería una copia de la emoción que haya experimentado el profesor.

MEDITACIÓN POR VISUALIZACIÓN

Esta es una práctica difícil para la persona que no se ha disciplinado previamente en el control de la mente. Para llegar al dominio del plano mental y de la energía del cuerpo físico, los ejercicios que se deben realizar, son de gran dificultad aunque al principio puedan parecer simples -visualizar objetos o situaciones exteriores al cuerpo.

Se puede iniciar ésta práctica, con un ejercicio preparatorio consistente en la visualización de un objeto estático. No es igual que la observación de la meditación concentrativa anterior, la cual se realizaba como en «dos dimensiones», sino en la visualización «tridimensional» de un objeto.

Al principio, un ejercicio preparatorio puede ser la visualización de un objeto estático. La visión mental de un objeto en movimiento es un entrenamiento más avanzado. La visualización de objetos cargados de detalles es un excelente ejercicio para los principiantes que no pueden centrar la atención sobre algo que este presente formas simples. Un ejemplo muy gráfico, es el diseño de los jardines de tierra zen e incluso el minimalismo del mobiliario de las casas basadas en la filosofía zen. El neófito, se pierde en muchos detalles que van apareciendo sin casi control al no tener ordenada la mente. El meditador, ante la abrumadora película de imágenes que se producen en su mente, puede encontrar una magnífica oportunidad para, no luchar contra las imágenes «descontroladas», sino visualizarlas según aparezcan. Solo debe cuidar de -no juzgar -las imágenes mentales, solo debe centrarse en -visualizarlas.

En etapas más avanzadas de visualización, el practicante ha de poder formar mentalmente una situación. Se trata de «crear» con la mente cualquier forma con gran cantidad de detalles y todo ello en un pequeño espacio mental.

La visualización, nos conduce a la plenitud del poder potencial de la mente. En el zen, cuya máxima aspiración es la consecución del samadhi, la meditación a través de las visualizaciones y el gran trabajo que esta técnica implica, puede lograr que el meditador alcance un estado muy adelantado hacia en ansiado samadhi.


MEDITACIÓN POR MEDIO DE MANTRAS
(Recitación de las palabras místicas)

En la meditación por medio de la visualización, para su aplicación, se emplea el «ojo de la mente», en los mantras se utiliza «el oído» ya que los sonidos, por medio de la técnica correcta, también pueden conducir al samadhi.

Las recitaciones de las letanías místicas o la entonación de palabras como OM, AH o AUM, todo ello muy popular entre los creyentes budistas en oriente, satisface las necesidades religiosas de las masas. Los otros sistemas de meditación, al consistir en ejercicios psicofisiológicos, están muy alejados de la religiosidad.

Todo intento de especulación o análisis intelectual o científico acerca de estos sonidos, solo conducen a simples reflexiones ya que su comprensión únicamente se puede adquirir por medio de la práctica intensa y duradera en el tiempo.


LA MEDITACIÓN POR EL MOVIMIENTO.

Los métodos para llegar al samadhi siempre se han caracterizado por su «quietud», sin embargo existen formas que están basadas en la acción. Son movimientos que realizados de una manera coordinada pueden hacer que el practicante llegue al mismo fin que con los otros métodos. El más conocido es el desarrollado por el maestro yogui taoísta San Fung Chang, de la dinastía Ming. Está basado en movimientos suaves y consigue armonizar las fuerzas positivas y negativas que fluyen por el cuerpo. El sistema más conocido es el Taichi. Con este sistema los chinos de todas condiciones y edades ejercitan no solo el cuerpo sino la mente también. Este conjunto de movimientos son de difícil aprendizaje y requieren la presencia de un maestro durante muchos años. De estas formas antiguas taoístas derivan todas las formas de movimientos coordinados que se practican actualmente en China, Corea y Japón.

Las katas japonesas y los pumses coreanos, son un conjunto de ejercicios de muy difícil aprendizaje y realización. Trabajan desde «lo blando a lo duro», produciendo unas sensaciones y emociones que son las que son sentidas y observadas por la conciencia como objeto de meditación. Podríamos decir -naturalmente, respetando las distancias- que las asanas, son al yoga, lo que las katas al karate-do.

El Taichi o el Karate-do, utilizando como meditación el movimiento físico intenso -como lo son las posiciones del hatha-yoga o las sentadas (zazen) del zen- pueden ser un vehiculo con el que el practicante puede alcanzar el samadhi, aunque esta vía requiere esfuerzos físicos mucho más intensos. Esto implica que toda la vida del iniciado circula alrededor del concepto DO, que significa: Camino. Cada acción durante la vida del implicado está «iluminada» por la búsqueda del equilibrio y la ecuanimidad con todo lo que hace. En realidad lo que se produce es: «El movimiento de la vida como objeto de meditación».

Una forma de meditación taoísta basada en el movimiento, es la denominada I tzu chen (La instrucción de una palabra). Se centra en la realización de ciertos movimientos con los dedos pulgares. Es un ejercicio que, en muy poco tiempo, despierta la kundalini (fuerza vital que discurre por la columna vertebral). Debido al extremo celo con el que los practicantes de este sistema han guardado estos ejercicios, es muy poco conocido.


MEDITACIÓN MEDIANTE LA CONCENTRACIÓN EN LA BUENA VOLUTAD O EN PENSAMIENOS PIADOSOS.

En la práctica budista, este tipo de meditación es el fundamento y la base sobre la que se basan todas las formas de meditación anteriores. Sin esta práctica se considera imperfecto cualquier sistema de meditación.

Los cuatro pensamientos ilimitados, son un conjunto de actitudes o virtudes psico-sociales tradicionales muy extendido entre los monjes budistas.

Esos son: la afabilidad, la compasión, la alegría social y la serenidad de ánimo.

Antes de iniciar cualquiera de las anteriores formas de meditación, dentro de la doctrina budista, se recitan ciertas estrofas relacionadas con los «cuatro pensamientos ilimitados». Se considera que sin esta preparación espiritual no se pueden alcanzar grandes resultados.

Cultivando estas virtudes, se consigue llegar a la compasión hacia los demás seres vivos y de esta manera disminuir la separación entre unos y otros. La equivocada idea de creer que somos diferentes de los demás, ha hecho mucho daño a la humanidad desde que el ser humano fue dominado por la mente. La manifestación más evidente de la mente, se llama: ego.


MEDITACIÓN POR LA IDENTIFICACIÓN CON LA ESENCIA DE LA MENTE.

Ésta es la meditación para aquellos que han alcanzado la iluminación. La espontaneidad de la «mente» que se ha liberado de las ataduras del sufrimiento -aquellos que «han llegado»- produce una ausencia total de esfuerzo. En el estado «sin esfuerzo», no se reflexiona sobre nada en concreto, por eso para los iluminados -todo es fácil.

Se puede llegar a este estado por medio de la práctica intensa de cualquiera de los sistemas explicados con anterioridad, o con una mezcla de todos ellos utilizándose «dosis» que pueden variar según la naturaleza física, psíquica o espiritual de cada persona.

En el budismo, el estado de iluminación se alcanza por medio de un gran trabajo personal y muchos años de práctica. No sucede como en otras doctrinas en las que el estado de gracia es concedido por Dios de una manera instantánea a ciertos elegidos. La finalidad y la esencia de las doctrinas budistas, consiste en reconocer la naturaleza de la mente. En la acción y en la calma, «el vacío iluminado» es lo que siempre guía al budista. Para llegar a este estado es indispensable someterse a la disciplina de la meditación «sin objeto». Al llegar a este estado todo se convierte en algo trivial, natural y espontáneo. En ese «no espacio y no mente», no es necesario persistir en ninguna reflexión ni concentrarse en ningún objeto. En realidad no es una forma de meditación, sino un estado en el que uno ya no es esto o aquello, si no que simplemente; Uno Es. Entramos en la profunda comprensión de que el antiguo Yo soy esto -el ilusorio pequeño yo- se transforma en Yo soy que es simplemente, la consciencia del momento presente, «eso» que siempre está con nosotros, pero de lo que muy pocas veces somos conscientes: LA VIDA QUE SOMOS y que solo existe AQUÍ Y AHORA.

Meditación, es consciencia perfecta del momento presente.


Resumen de la sesión de Meditación en Expo-Yoga 2008. Marbella